Opinión

Argumentos delirantes

El presidente de los Estados Unidos ha sorprendido al mundo narrando en su visita  Pittsburg, la terrible historia de un tío suyo, el teniente segundo Ambrose J. Finnegan junior, un piloto de combate en la II Guerra Mundial que fue derribado en vuelo sobre Nueva Guinea y devorado en tierra por sus habitantes según narra el presidente, quien ha puesto en circulación una espeluznante historia que no ha sentado nada bien a nadie. Decidido a replicar algunas declaraciones del republicano Donald Trump, su rival en las urnas, quien se refirió con acento despectivo a  ciertas misiones aéreas desempeñadas en el conflicto como las de observación, se acordó de aquel tío suyo que no volvió de una de ellas. “Cayó sobre Nueva Guinea y nunca se supo más de él –dijo Biden- porque en aquellos tiempos había muchas tribus papúas que eran caníbales y no se encontró su cadáver”. A los asesores del aspirante a la Casa Blanca por el bando demócrata se les eriza el pelo cada vez que su candidato decide contar un pasaje anecdótico para reforzar alguna de sus propuestas, porque en casi todos los casos mete la pata. También en esta ocasión, y con una historia que muchos medios de comunicación han calificado de delirante.  La historia real, según se ha sabido después, es que el aviador familiar del presidente fue derribado  sobrevolando el mar, situación que podría explicar también el hecho de que su cadáver no fuera nunca recuperado.
El hecho en sí, por tanto, ofrece materia para el debate e introduce el factor de la inexactitud histórica pero no es eso lo que preocupa al equipo que apoya Biden sino la permanente inconveniencia y el detestable hábito de introducir situaciones no programadas en sus intervenciones que siembran la duda sobre la situación mental del candidato a la Casa Blanca y la creciente sospecha de que está perdiendo la cabeza como consecuencia de su edad.
Este tipo de situaciones pesan mucho en las campañas políticas norteamericanas y son capaces de invalidar a cualquiera de sus participantes. En las nuestras, hay un tío que se niega a reconocer a ETA como banda terrorista y no pasa nada. En todas partes cuecen habas.

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